viernes, 9 de abril de 2010

Las cosas tienen que cambiar (Primera parte)

Vagando por la Blogosfera,me encontre con una interesante entrevista a Karlheinz Deschner, autor de la “Historia Criminal del Cristianismo”.Y leyendo lo que este tipo plantea,solo me ha hecho reafirmar lo que hoy en dia ya es un clamor generalizado,la decadencia de una institucion basada en el poder y el terror,una institucion llena de contradicciones vitales,que poco representa a un ser superior lleno de amor,tolerancia y misericordia,algunas de las cosas que menos practica .Podemos discrepar con algunas de las afirmaciones del autor,tambien podemos discutir la existencia de Dios de forma pragmatica o no,dejando de lado el juicio moral e historico a la iglesia como institucion religiosa,pero en el fondo no podemos negar lo que es un secreto a voces que no soporta analisis alguno.Lamentablemente,muchos de nosotros que alguna vez creimos en esta filial del cielo en la tierra,hoy,una vez mas,nos estrellamos con esta triste realidad,que es la manipulacion y el engaño.

Aqui esta la primera parte de la entrevista,que ha sido seccionada en tres.Juzgue Ud.



Weltwoche (Suiza)
Traducción e introducción de Anahí Seri

Karlheinz Deschner nació en Alemania en 1924 y se licenció en filosofía y teología por la Universidad de Würzburg. Es autor de numerosas obras críticas con la Iglesia Cristiana, entre ellas la Historia Criminal del Cristianismo, obra inacabada que va por el noveno tomo, y a la que se ha podido dedicar gracias al apoyo económico de varios patrocinadores privados. En 1971 fue juzgado por difamación de la Iglesia, pero ganó el juicio, y en los últimos años ha recibido numerosos honores. La Fundación Giordano Bruno ha instituido un premio que lleva su nombre, y cuyo primer galardonado ha sido el biológo Richard Dawkins.

Sr. Deschner, ¿cuál es la esencia del cristianismo?

Karlheinz Deschner: La buena nueva con pintura de guerra. Incluye muchas leyendas bonitas, por ejemplo la historia de la resurrección, así como muchos mandamientos bonitos, por ejemplo el mandamiento del amor al prójimo, del amor al enemigo, el mandamiento de no robar, no matar y la astucia de no cumplir ninguno de estos mandamientos. El cristianismo es la fusión de un coro con una conflagración.

Pero, ¿qué tiene de malo el cristianismo hoy en día? Historia criminal del cristianismo es el título de su obra principal, que va ya por el octavo tomo. ¿La Iglesia no ha perdido mucha influencia, al menos en Europa occidental?

En primer lugar: yo no estoy describiendo el cristianismo actual, el que existe ahora, sino un pasado, es decir, a veces (y a veces no) algo un poco distinto. Pero lo que sigue siendo criminal del cristianismo actual son las repercusiones de su ideología, las muchas consecuencias de su demencia dogmática, que no se conforma solamente con la fe, sino que quiere hacer proselitismo, expandirse, conquistar. Lo que hoy en día sigue siendo criminal del cristianismo es su desastrosa moral sexual y social, su práctica de proteger dentro del vientre materno lo que luego se sacrifica en la guerra; como si en las tripas de las mujeres se criara la carne de cañón. Los grandes sacrificios de los pobres a favor de los ricos se convierten en pequeños sacrificios de los ricos a favor de los pobres. Lo que las iglesias pierden, o parecen perder, en Europa occidental, lo ganan en otros lugares, por ejemplo en “God’s own country” (la Tierra propia de Dios, N. de la trad.)

Hoy en día, ¿el Islam radical no supone un peligro mucho mayor?

En lo que respecta al Islam, dejando de lado sus propios potenciales agresivos, que se entremezclan con la miseria socioeconómica del Tercer Mundo, en lo que respecta al Islam que ya casi se ve sólo, como en su día se vieron los judíos o los comunistas, en el papel del mal, casi del único gran mal, ¿no podríamos pensar que este papel les viene bien a determinados sectores occidentales, no podrían incluso haber alentado, en secreto, el peligro islámico?

Pero es evidente que muchos terroristas de hoy en día legitiman sus asesinatos a través del Islam.

Sí, de acuerdo con la opinión pública que predomina aquí. Pero un estudio que la Fundación Bertelsmann llevó a cabo en todo el mundo y que se publicó a finales de noviembre llega a otra conclusión. Este estudio no menciona como motivo principal de la violencia política (que en los últimos cinco años se ha triplicado) el fanatismo religioso, sino la pobreza, la mala administración y la represión. Según el estudio, el extremismo religioso, incluido el islámico, está aumentando, pero en conjunto sólo supone una cuarta parte de los grupos terroristas. La mayor proporción, un 36%, sigue correspondiendo a los movimientos nacionalistas.

¿Cómo ve usted la relación entre cristianismo, Islam y judaísmo? La violencia y la exclusión de los que piensan de otro modo, ¿está presente en todos los monoteísmos, o hay gradaciones?

Las tres religiones monoteístas tienen algo de intolerancia. Algo de violencia y violación. Debido a su idea de ser el pueblo elegido, tienen unas aspiraciones absolutistas que excluyen de entrada una auténtica tolerancia.

¿Qué le motiva a usted a lo largo de las décadas para este trabajo increíble? ¿La indignación?

¿Qué me motiva? Muy sencillo: la injusticia. Una injusticia que clama al cielo, que durante milenios se ha empaquetado en palabras pseudo piadosas, en mentiras escandalosas; los detalles se pueden leer en mis muchos libros críticos con el cristianismo.

Usted se define como agnóstico. ¿Qué quiere decir exactamente?

Como agnóstico, soy honrado y dejo abierta la pregunta sobre Dios y sobre la inmortalidad. No la niego, aunque para mí El no tiene una gran probabilidad. Pues si bien comparto con Shakespeare la idea de que hay más cosas en el cielo y en la Tierra de las que puede soñar nuestra filosofía, pienso, como Goethe, que no podemos explorar esa cuestión, que nuestro cerebro está demasiado limitado. “Del mismo modo” dice Darwin “podría especular un perro sobre el entendimiento de Newton”. Y no lo digo con afán de criticar a los perros.

¿Usted fue creyente antes? Y en ese caso, ¿cuándo dejó de serlo?

Fui creyente de niño. A los diez años quería ser cura. A los once ya no. A los quince años leía a Nietzsche, en la universidad a Schopenhauer y Kant. Con eso fue suficiente para despedirme del cristianismo. Y con lo que ya conseguí acabar con un residuo emocional que tampoco se debe subestimar es con la escritura de Abermals krähte der Hahn (El gallo volvió a cantar), en su mayor parte una historia de los dogmas del cristianismo temprano, en parte una historia comparada de las religiones; 25.000 horas de trabajo en cinco años.


http://www.weltwoche.ch/ausgaben/2007-14/artikel-2007-14-es-muss-anders-werden.html

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